jueves, 3 de mayo de 2012

DELIRIOS KIWIS

PÁGINA THREE OR TREE

Además de darme cuenta de que a mis compañeros les debía sobrar el dinero o faltar la dignidad para consentir un ERE con esas condiciones, también descubrí que se habían equivocado de profesión. Por lo menos alguno debía haber optado por ser negociador de la policía en atracos con rehenes en vez de periodista. Su conversación telefónica sería algo así. Hola soy Leo, tu negociador, dime que necesitas y todo acabará bien. Si… si… si…, de acuerdo. Gracias a la intachable negociación del agente Leo, los atracadores conseguirían unas pizzas, por supuesto, un helicóptero, un crucero a gastos pagados alrededor del mundo, incluidas las propinas, y que los 30 rehenes, uno por cada día del mes, se convirtieran en sus esclavos de por vida. Eso sí, a cambio Leo habría conseguido un bolígrafo del banco atracado.

Desgraciadamente para la profesión, la mayoría siguió ejerciendo de ‘periodista riguroso’, así que yo tomé la determinación de no volver a mezclarme con gente tan profesional y con tanta solidaridad gremial, por lo que rechacé tres trabajos en medios de comunicación en menos de seis meses, uno de ellos en dos ocasiones. En mi mente seguía presente mi viaje a tierras lejanas y no podía retrasarlo por más tiempo, por eso hice algo que cambió el rumbo de mi destino: saqué de la biblioteca pública de la Casa de las Conchas una guía de viaje sobre Nueva Zelanda. Tanto me fascinó que se me olvidó devolverla. (En la actualidad no puedo sacar libros como consecuencia de una pequeña multa).

Con el ‘libro azul’ en la mano comencé mi búsqueda de apartamento. Tras consultar las mejores zonas de Auckland para instalarme, es decir, las más baratas, mandé una serie de mails para contactar con sus propietarios con el objeto de alquilar alguna de sus estancias. Tuve la gran suerte de que me contestara una persona entre todos los correos, la respuesta fue mejor aún que mi fructífera búsqueda. Si quería alquilar ese apartamento tendría que verlo primero, como requisito indispensable. No sé muy bien si era porque las fotos publicadas en internet no se correspondían con la realidad y tenían la intención de que no me llevara una sorpresa o para que no se la llevaran ellos al verme. Finalmente contesté al mensaje aclarando que yo estaba en España y no podía ver el apartamento antes de alquilarlo, precisamente porque si no encontraba alojamiento no viajaría hasta allí. Su respuesta fue bastante aclaratoria. Me preguntaron que si algún conocido o familiar podía ‘acercarse’ hasta Nueva Zelanda para verlo. Se lo pregunté al primer familiar que entró en el salón de mi casa cuando escribía el nuevo mail. Era mi sobrina de dos años y medio. Se echó a llorar y me gritó ¡mala!

Mi sueño kiwi cada vez estaba más lejos y mi cabreo por no encontrar apartamento cada vez más cerca. Después de empaparme del contenido de la guía neozelandesa y de imaginar casi día a día lo que haría en aquella maravillosa isla todo apuntaba a que tendría que cancelar el viaje si en los próximos días no encontraba dónde dormir.


(continuará en la página For)

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